El arado
Andando yo encontré
un seco pedregal
y arado quise ser
para sembrarlo.
A un hombre vi gemir
y en la noche vagar
y estrella quise ser
para alumbrarlo.
Hoy vengo a Ti, hazme, Señor,
arado entre tus manos.
Sé que podré sólo en tu luz
volver lo negro azul.
La tierra surcaré
y nada temeré,
pues es tu amor
la fuerza de mis brazos,
y sé que guiarás
mi loco corazón
para que nunca muera
mi ilusión.
Un fuego portaré
hasta la eternidad,
recorreré los cielos
sin descanso.
no puedo prometer
un blanco resplandor,
pero te ofrezco el brillo
de mi amor.